sábado, 13 de febrero de 2010

CANTO BAJO UNA PIEDRA

A María, con otro nombre, "ya lejos para siempre de Belén" (C.A.V.M.)




Retornaré por aquel camino
Con la guitarra que descubrió tu nívea sonrisa.
Volveré por tus huellas que un día
Marcaron de azul el desencanto.
Volveré para encontrarte parada
Sobre la noche de una piedra
Que gotea las angustias
De un beso que se hizo melancolía.



viernes, 12 de febrero de 2010

CARTA A HELENA






















Helena,
Nuestra vida fue tan fugaz como la de un insecto, pero como un insecto hubiera preferido perecer bajo la lluvia o ser devorado por un ave y no estar reducido a un gusano que repta por las esquinas de tu madriguera, sin alas para volar. Y desde aquella noche me arrastro por los lugares que paseamos, como un ánima que vive y se alimenta de recuerdo.

Helena, amada invencible:
Alguna vez me preguntaste por qué adoro la noche y por qué el día me parece un espejismo. Por qué me emociona el chillido de la lechuza y, en cambio, me espanta el trino de las golondrinas. Es por ti. Es por tus enigmas. Porque en las noches en que nos vimos te entregaste a mis suelos soñando con días hermosos que no llegaron. Porque aquella noche, la primera, desnudaste tus pudores y me obsequiaste el más intenso beso.

Pero tan pronto el sol nos sorprendió sobre los parques desolados mudabas de oruga en mariposa y volabas de mi lado.

Yo te seguía, arrastrando mis emociones para encontrarte prendida de una flor o posando en un manantial. Apresuraba mi marcha, pero ya no eras la oruga con quien otrora devorábamos los sueños y los cantos verdes, aquélla con quien nos deslizábamos de tallo en tallo y de quimera en quimera. No digo más porque cuando el dolor te aprisiona las palabras se coagulan como sangre en la garganta.

Helena,
No me veas con desdén. No te reclamo nada. Yo sabía que algún día volarías. Sabía que entre una mariposa y una gusano existe una metamorfosis de alas invencibles.

Es que me sorprendió tu vuelo como la luz que nos sorprendía en la oscuridad. A pesar de todo, es posible amar hasta en las antípodas. Yo te contaré historias de la vida en el suelo y tú me hablarás de los cielos y del viento. Te mostraré el arte de reptar y deslizarse cuando una alondra te asalta con su pico, y yo aprenderé de ti: a despreciar la tierra con el aleteo vertiginoso de tu vanidad.

Bien sabes que lo único que quiero es que en algún lugar leas esta historia y te desgarres el corazón por haber perdido tus bosques.

Helena, Helena, sin metáforas: te quiero, pero ya no tanto.