martes, 16 de febrero de 2021

Carnaval ayacuchano: entre la tradición y modernidad

 Entrevista con Vladimir Pizarro

 

Una mirada crítica y nostálgica del tradicional paseo de comparsas

El Carnaval ayacuchano cobija en sus entrañas diversas manifestaciones que han ido modificándose o ratificándose en su realización. Tenemos el tradicional paseo de las comparsas por toda la ciudad y los concursos del carnaval rural reservado para algunos escenarios citadinos. La lectura del testamento del Ño es un espacio para la sátira mordaz que, en quechua y castellano, se lanza contra los autoridades, funcionarios y figuras públicas. Se trata de una rendición de cuentas en clave de humor picante. Los cortamontes, o yunzas, aún se resisten a sucumbir, y se han visto obligadas a instalarse en la periferia debido a las restricciones ecológicas y a las ordenanzas municipales. En el campo es, quizá, donde la tradición aún es vigorosa. Las coloridas comparsas rurales siguen manteniendo ese contacto directo con las personas sin palcos o calles principales que les restrinjan el paso. Las demostraciones de virilidad y de fuerza física laten enérgicamente en el pulseo donde varones y mujeres pugnan por derribar al oponente asido del chumpi (o cinturón de lana). En el huaracakunakuy y seqollonakuy los hombres lanzan furibundos golpes de látigo –a veces cargados con frutos verdes–  contra la pantorrilla de rival: se trata de quebrar su resistencia, de enrostrar al contrario nuestro aguante al dolor.

Todo esto y mucho más encierra el carnaval en Ayacucho. Pero hablar del él sería largo y no bastarían estas páginas. Lo que nos importa en este momento es dialogar sobre el primer punto. La incursión de comparsas relativamente jóvenes que recurren a una especie de transvestismo para provocar las sonrisas del público, o el cambio de los mandiles sobrios por unos más insinuantes que muestren más allá de lo conservador ha generado que se repiensen los linderos que dividen la tradición de la modernidad. Vladimir Pizarro es un joven cultor de la música popular tradicional. Ser director de la Asociación Cultural Achka  y del Proyecto Musical Parumaru le da la autoridad para hablar sobre este tema un tanto espinoso.



1.      Tú eres una de las voces que se opone al carnaval tal como se expresa actualmente en nuestra ciudad, ¿cuál es tu objeción con ella?

Más que objeción, yo le llamaría nostalgia. Digo nostalgia porque las personas de mi generación todavía pudieron vivenciar los carnavales en su verdadera expresión (popular y libre de prejuicios). Actualmente se ha dejado de lado la expresión cultural para darle empoderamiento a una cuestión más comercial y de “exportación”, descuidando de esa manera el verdadero fin de lo que exige la preservación de la cultura tradicional.

El poco respeto por el público tiene el sello de modernidad en estas celebraciones. Te invito a comparar una canción de carnaval de 20 años atrás con una moderna y te aseguro que hallarás mucha diferencia. El carnaval ayacuchano es poético e irónico, es protestante y jocoso; ¿desde cuándo es grosero y ofensivo, descuidado y libertino?

 

2.      Acabas de decir que en el carnaval tradicional las comparsas se expresaban “libre de prejuicios”, ¿no es un prejuicio oponerse a las variaciones actuales? ¿Por qué no considerar que estos cambios son naturales y parte de la evolución o actualización de la tradición?

Quizá me llamen anticuado por mi forma de pensar, pero ¿cómo puede una costumbre evolucionar? A mi modo de ver, los aspectos culturales no pueden hacerlo. Yo creo que una expresión cultural se aliena, de desnaturaliza, se tergiversa o simplemente adopta aspectos culturales de otras costumbres y va variando a través del tiempo, pero eso no es evolución. ¿O sí? No me opongo al cambio, mientras este no desnaturalice la verdadera esencia de las costumbres de los pueblos. Más allá de todo creo que un carnaval seguirá siendo carnaval mientras las generaciones lo recuerden y practiquen como tal. No me imagino una evolución tipo mono-hombre en ese sentido. Te pregunto –solo por curiosidad–, ¿a qué evolucionaría la costumbre del carnaval? El pumpín sigue siendo pumpín desde que tengo memoria, no creo que haya evolucionado a un carnaval huancapino (de la ciudad), aunque muchos lo difundan como si fueran lo mismo.

3.      Entonces, ¿cuál es esa esencia que consideras que se ha desnaturalizado?

Para mí, la vivencia de la gente, el gozo y la expresión de ese sentir, sin ningún tipo de prejuicios o impedimentos. Por su puesto todo dentro de las normativas de tradicionalidad y reforzamiento de nuestra cultura a partir de la difusión de nuestras costumbres, lo más cercana a su aspecto original.

4.      Ahora vemos a varias comparsas darle un giro distinto a la forma tradicional de celebrar los carnavales. Vemos cambios que puedan chocar con la mirada de un sector más conservador. ¿Estas no formarían parte de lo tradicional?

Preferiría no opinar al respecto, pues los carnavales de hoy en día aceptan de todo. Lo que sí podría decir es que mientras mantengan las características de carnaval huamanguino o ayacuchano y mientras no falten el respeto a nadie, está bien.

5.      ¿No crees que también ellos tienes derecho a formar parte del carnaval y gozar de ella?

Todos tenemos derecho a hacerlo. Pero no todos tenemos derecho a exigir que se nos considere representantes del carnaval ayacuchano si no cumplimos con las características que éste exige.

6.      Entonces volvemos al meollo del asunto: ¿qué es lo característico del carnaval ayacuchano o huamaguino? ¿cuál es esa esencia de la que hablas?

Primero debemos entender que el carnaval huamanguino es una parte del carnaval ayacuchano. Ahora, si deseamos conocer o centrarnos en el carnaval huamanguino (urbano) debemos saber que éste tiene sus propias características y una de ellas es la vivencialidad, es decir la forma de expresar esa algarabía sin ninguna presión de por medio, sin apuro, sin afán de gustarle a todo el mundo.

Otra característica es la tradicionalidad, es decir, la forma de vestirse, ya que, por ello en los tiempos de antaño, se podían reconocer a las comparsas paseantes: Uray Parroquia, Qanay Parroquia, las comparsas de las panaderas, la de las carniceras, etc.

Por otra parte, debemos entender que las melodías y canciones del carnaval huamanguino poseen también sus propias características y al igual que el huayno ayacuchano, estas, poseen una carga lírica y emocional muy fuerte. Son poéticas en su mayoría, protestantes, pícaras, románticas y son claramente distinguibles por su mezcla característica del español con el kechwa, esta parte les da un gusto especial a esas melodías.  

7.      Tu discrepancia también está centrada en la comercialización o negociación del carnaval. Explícanos eso.

Desde que tengo uso de razón siempre he disfrutado de los carnavales y también los he vivenciado (como músico). En los “años maravillosos” no se pagaba para bailar en una comparsa. No era más importante el dinero que la unión familiar o vecinal. No era más importante lucir trajes de diseñador o abarcar 10 cuadras con 500 participantes. ¡Caramba! En los buenos tiempos la máxima aspiración era disfrutar de los carnavales y hacer disfrutar de los mismos a los vecinos, amigos, familiares y la gente que se aparecía en el trayecto. No me opongo a la magnificencia, pues, de alguna manera, vuelcan la mirada del mundo a la espectacularidad de estas celebraciones, pero, desde mi perspectiva, hemos dejado de lado lo vivencial por lo espectacular y hemos cambiado lo tradicional por lo exportable.

8.      Ya casi se han extinguido las comparsas familiares

Exacto. Una comparsa debería estar conformada por abuelos, padres e hijos, sin distinción alguna. ¿Hoy se puede apreciar ello? Lamentablemente lo que se vende es una cara bonita, un traje bonito, una música bonita, etc. Aunque todo ello esté alejándose poco a poco de lo que realmente deberían representar nuestras costumbres. Prácticamente estamos vendiendo espectáculo antes que tradición. Desde mi mirada, la tratativa de concurso ha presionado para que se vaya tergiversando la costumbre año tras año hasta tratar de convertirla en algo que ya no quiere ser lo que debería ser. Podría decir que uno va al parque a ver concurso de danzas antes que concurso de costumbres de carnaval. No quiero ofender a nadie con mi opinión.

9.      ¿No crees que el Carnaval puede ser un vehículo para movilizar la economía con la visita de los turistas?

No hay duda de ello, aunque no tendríamos por qué abusar con eso. Podríamos hacer un examen de conciencia. Podríamos, primero no exagerar en el precio de los pasajes, la comida, la bebida, el hospedaje y sobre todo, el acceso de las personas a estas fiestas que son patrimonio de todos. Por ejemplo, ¿por qué tendríamos que cerrar el parque para cobrar por ver los carnavales? ¿Acaso de esa manera se contribuye a la difusión responsable de esta costumbre?

Por otra parte, ¿qué es lo que los “turistas” quieren ver? ¿Y qué les mostramos? Los ayacuchanos renegamos de nuestras costumbres y no la valoramos como tal. Otras personas –desde mi óptica– vienen a ver la vivencia original de esas costumbres. Quizá por ello las comparsas rurales tengan más acogida que las mismas comparsas urbanas.

10.  Ahora que lo mencionas, hemos hablado del carnaval huamanguino, pero lo huamanguino no se centra solo a lo urbano. ¿Dónde queda dentro de todo esto el carnaval rural?

Desde mi punto de vista, el carnaval rural juega un papel muy importante dentro del atractivo turístico de estas fiestas en nuestra ciudad. Podría atreverme a decir que gracias a ellas, Ayacucho está considerado como destino turístico dentro de estas celebraciones. El aporte de estas costumbres rurales es innegable, aunque en estos tiempos esté cayendo también en la vorágine de la espectacularidad y esté dejando de lado su verdadera esencia cultural.

11.  ¿Qué propondrías para que el carnaval no se pervierta?

El respeto es quizá la principal arma para llevar la fiesta en paz. Respetar nuestras costumbres y sus tradiciones, respetar al público y a todas las personas que aprecian nuestras manifestaciones culturales y respetar a los que difunden nuestras costumbres de manera responsable.

No estoy a favor de las muestras de libertinaje, más allá de lo que el termino carnaval signifique, debemos entender que cada pueblo, ciudad, país o continente tiene su forma de adoptar una costumbre extranjera, sin romper sus principios ético morales.

 




 

Vladimir Pizarro Gonzáles

Docente de la especialidad de Español y Literatura por la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Desde el 2007 dirige la Agrupación Cultural Achka. Con esta organización participó en el Pukllay de Andahuaylas (2010); fue ganador en el Pukllay de Uripa (2014); obtuvo el primer lugar en los concursos de danzas La Vara de Oro, de la Asociación Cultural Huayra Perú (2012 y 2013) y Qori Wayna, del Centro Folclórico Wayna Tupay (2013). Con Proyecto Musical Parumaru, del cual también es director, ha producido dos materiales discográficos: Kawsayninchik (2017) y Suyana (2019). Tiene publicado el libro de cuentos Diario póstumo (Cernícalo, 2009).

viernes, 20 de noviembre de 2015

LOS RIESGOS DE LA POESÍA SOCIAL


Entrevista al poeta italiano Carlo Bordini (*)    


“Si queremos ir más a fondo, si queremos que la verdad se vuelva una hiperverdad, es necesaria la herejía en la poesía social. Los lugares comunes siempre tienen algo de falso”.

                                                         
Por Elmer Arana y Javier Arnao


Diez y quince: nos acercamos a una mesa donde un hombre sorbe un mate solitariamente. Él nos ve y nosotros los vemos. Sonríe. Le tendemos la mano e incrédulamente preguntamos: ¿Carlo Bordini? Es él. Con el rostro despoblado y sin la gorra de visera a lo Neruda, es casi otro; a no ser por su mirada imperturbable y ese hablar sereno hasta para decir sus tragedias personales.
Tiene la capacidad de descubrir otras realidades que para los ojos acostumbrados a la rutina, pasan desapercibidas; de suponer el arte, no solo como oficio, sino como un medio para llegar a la gran verdad, la hiperverdad, de la que a veces no se es consciente. Un hombre que es capaz de llegar a humanidad de Trostky más allá de toda ideología. Un poeta, cuya poesía intenta desnudar la palabra y devolverle su esencia primigenia; aquella que las vanguardias han quebrado y que la retórica ha hecho tan evidente que terminó volviéndola invisible.
De esa larga y productiva conversación que tuvimos con él, extraemos su mirada sobre los riesgos de la poesía social, la desilusión en la revolución trotskista; también su esperanza en la poesía y en la hiperverdad que esta crea.

 Carlos Bordini.  ©Javier Arnao


“En la poesía social o civil, existe el riesgo de repetir muchos lugares comunes y hacer propaganda”.

JA: Cómo sientes que ha cambiado tu poesía desde tu primer libro “Extraña categoría” hasta la actualidad. No solamente en cuanto a los registros poéticos, sino también tu trabajo cotidiano como poeta. ¿Sientes que ahora tienes un mayor dominio?

Sí, tengo más dominio en el sentido de que, en el pasado, tenía que desechar muchos poemas. Ahora tengo un nivel medio, más maduro.
Yo he vivido en cierto sentido dos vidas. En la primera vida, también escribía; pero dejé de hacerlo por nueve años. Tuve una militancia política con un grupo trotskista, con la idea [pasada] de que era más importante ser un buen revolucionario que un buen escritor. Cuando dejé la actividad política y comencé a escribir con normalidad, como algo natural, [me percaté que] tenía muchas incrustaciones ideológicas. Han tenido que pasar muchos años para liberarme de ellas. “Extraña categoría”, en parte, es un libro que ya no funciona más. Eso fue lo más importante. Es decir, en la poesía social o civil, existe el riesgo de repetir muchos lugares comunes y hacer propaganda...

JA: Una poesía panfletaria…

Sí, y al comienzo yo tenía esa tendencia, porque estaba condicionado. Es decir, había una parte de mi naturaleza que quería [ser] otro, pero el condicionamiento era acusado [no permitido]. Así que durante un periodo he tenido que liberarme de eso.

JA: ¿Y cómo sientes que lo has logrado? ¿Mediante qué mecanismos?

 Bueno, durante un periodo, escribía poemas cortos para eliminar la retórica, lo demasiado dicho, quitar todo lo que no era esencial. Esa fue una necesidad que yo seguí instintivamente. Es como si uno se limpiara de todos los elementos superfluos, innecesarios. Así que por un periodo hice un pequeño libro titulado “Poesías livianas”, que era una manera irónica de dejar la poesía pesada. Después, he encontrado un equilibrio en el que no había la necesidad de cortar algo.

EA: Pero tú empezaste haciendo poesía social. ¿Ahora crees todavía en la poesía social?
JA: ¿O quizá crees que, en el fondo, toda poesía es social, pero no necesariamente comprometida?

En cierto sentido sí. Es decir, es verdad que yo escribo todavía poesía donde hago una descripción del mundo desde el punto de vista social (algunos de esos poemas que van salir ahora en este libro [“Polvo”] junto con otros, completamente distintos, como poemas de amor o de introspección psicológica. Pero, en general, con la poesía social hay que ser siempre herético porque si tú no eres herético escribes cosas inútiles; no agregas nada a lo que ya se sabe, a lo que ya se dice, a la propaganda que se hace, aunque sea realmente justa. Pero si queremos ir más a fondo, si queremos que la verdad se vuelva una hiperverdad, es necesaria la herejía en la poesía social. Los lugares comunes siempre tienen algo de falso. Nosotros lo sabemos también. Hemos vivido experiencias políticas actuales o las vivimos todavía hoy. Lo falso aún es parte integrante del “progreso humano”.
Carlo Bordino entrevistado por Javier Arnao.
© Elmer Arana

“Mi militancia política [trotskista] era una manera de escapar de la realidad y vivir un sueño [porque] no me daba la posibilidad de mezclarme con los problemas reales”.

EA: Decías que fuiste militaste trotskista, ¿qué te desilusionó para que dejaras de serlo?

Yo quería vivir. Solo eso. Yo quería vivir. En determinado momento de mi vida, comprendí que yo estaba totalmente aislado de la vida real y quise entrar en la vida real. He nacido dos veces. Cuando yo he dejado la política, nací la segunda vez. Estoy completamente convencido de eso. Tengo un “Poema a Trotski”, cuya escritura me permitió comprender que mi militancia política era una manera de escaparme de la realidad. (No estoy diciendo que la militancia política sea siempre una manera de escaparse la realidad). Pero mi militancia política (es decir, adherirme a un movimiento ya derrotado como el movimiento trotskista, movimiento de una gran dureza, de una extrema radicalidad, pero ya derrotado totalmente) no me daba la posibilidad de mezclarme realmente con la realidad, con los problemas reales; de hacer algo concreto; ni siquiera soñar una hipotética revolución liberadora de toda la humanidad y trabajar por ella. Esa era una manera de escaparse y vivir un sueño. En un momento determinado comprendí que así me estaba matando. En esta novela [autobiográfica sobre los años de militancia] que voy a publicar el año próximo cuento y analizo todo eso.

EA: ¿Y de qué vivías? ¿Tenías algún oficio?

Yo de profesión soy investigador en historia. Cuando dejé la política, tenía que coger la vida por la cola, porque se me estaba escapando. Entonces, terminé mis estudios y elegí la historia por dos razones. Uno, porque la literatura no me interesaba. Es decir, el medio literario no me interesaba; la academia literaria no me interesaba. Y, segundo, porque para alguien que ha hecho política por varios años, la historia es muy fácil. Ya sabe muchas cosas, puede interpretar según lo que ha leído, lo que ha analizado, así que era más fácil. Entonces, para mí, fue una mediación con lo que yo quería realmente, que era, no la historia, sino escribir. Además, la historia me ha enseñado mucho. He aprendido mucho de ella.

JA. ¿Podrías decir que parte de esa formación ha contribuido en tu creación literaria?

Sí, definitivamente.

JA: ¿En qué sentido, o no eres consciente de eso?

Yo pienso que haber militado en un grupo político ha contribuido a mi formación en el sentido de que yo he pasado un gran periodo meditando sobre los destinos humanos. Así que yo, por ejemplo, me reconozco mucho en ciertos grandes poetas, como Eielson, como Eliot, Ezra Pound, que se preocuparon por el problema del destino del mundo, porque ese tipo de experiencia que yo no tenía, siendo una experiencia que no tenía ya ninguna posibilidad concreta, solo era una reflexión continua y una consideración total de los destinos humanos. Cuando yo empecé a trabajar en la universidad, ya estaba formado desde ese punto de vista. No agregó mucho. En cierto sentido, yo hice en historia lo que hice en política. Es decir, fui atraído por la historia social y eso me hizo comprender muchas cosas, pero ya tenía una formación.

 “El fracaso del socialismo ha sido la gran tragedia de esta época; pero la experiencia socialista ha sido igualmente negativa y esa es la gran tragedia”.

EA: Ya no eres militante trotskista, pero a nivel personal, a nivel ideológico, ¿todavía crees en algo? ¿Todavía tienes una remota esperanza en lo que creías cuando eras militante?

No. Yo creo que el fracaso del socialismo ha sido la gran tragedia de esta época, porque el mundo que nosotros vemos es terriblemente injusto, terriblemente violento y totalmente autodestructivo. Efectivamente, proponía una solución racional que eliminara los egoísmos. El capitalismo efectivamente está destruyendo el mundo. Lamentablemente, pero la experiencia socialista ha sido igualmente negativa y esa es la gran tragedia, porque hoy, ¿qué puede decir uno? Es una mierda, ¿qué hacemos? Hacemos el socialismo ¿y después qué? Nos encontramos con el estalinismo que ha sido peor que el nazismo, sea en el número de muertos, en el daño social; desgracias de todo tipo. Esa es la gran tragedia de nuestra época. Tengo tan poca esperanza que, siendo ateo, siento que solo una religión podría salvar la humanidad. Una religión que engañara a la gente y la condujera a ser más buena (risas). No porque tenga confianza, no porque creo. ¿Es una paradoja, no?

“Comienzo a sospechar que hay en la humanidad un defecto de fabricación” .

JA: ¿Y a qué crees que se debió el fracaso del socialismo?

El análisis trotskista hablaba del aislamiento y el atraso de la Rusia, que fue determinante. Pero, siguiendo la historia, yo he logrado la siguiente conclusión: todas las revoluciones tiene su bonapartismo, todas. Es decir, a partir de que miran simplemente como un tránsito a un nuevo tipo de opresión. “Liberté, egalité, fraternité” [libertad, igualdad, fraternidad] era para Napoleón el Imperio. La Revolución inglesa, fue el mismo proceso. Empezó como revolución libertaria y creó las bases para el imperialismo inglés y el colonialismo. Y la gran revolución cristiana hizo el mismo proceso. La iglesia que se construyó sobre esta gran figura de Cristo, ese intento de emancipación, es una nueva forma de autoritarismo. Es decir, el poder se reproduce en cualquier circunstancia. Cualquiera que trate de ser bueno, se encuentra con un problema que nace al interior de eso. Los mejores revolucionarios de todo el mundo fueron asesinados por las revoluciones. La Revolución francesa mató a los mejores revolucionarios. La Revolución rusa mató a los mejores revolucionarios. La Revolución Inglesa eliminó todas las formas más interesantes de creación de un nuevo orden que no fuera burgués, imperialista y colonialista. Comienzo a sospechar que hay en la humanidad un defecto de fabricación. La única explicación que he logrado encontrar es que la “hybris” (de la cual habla Aristóteles en su interpretación de la tragedia griega) el intento de tener más, la soberbia, el exceso, la manía de grandeza nos han conducido a la tragedia.

“La poesía puede ser una forma de resistencia. Claro que no va a cambiar el mundo, ni va a impedir nada, pero puede ser en cierto sentido la sal de una resistencia”.

EA: En las circunstancias históricas actuales, esta vida acelerada, efímera y hasta banal ¿qué lugar ocupa la poesía?
La poesía puede ser una forma de resistencia. Claro que no va a cambiar el mundo, ni va a impedir nada, pero puede ser en cierto sentido la sal de una resistencia, si es que esta resistencia logra existir. En ese libro [“Polvo”] que va a salir, hay un pedazo sobre la poesía. Es decir, aparentemente, la poesía no sirve para nada, pero la poesía, como todas las formas de arte, es la que crea una autorepresentación de la humanidad. Todas las formas mayores o menores de arte juntan las sociedades entre sí. Aparentemente, no sirven para nada, pero puedo decir que es como esa sal de la que te hablé. Y esa hiperverdad que los artistas crean surge nuevamente y adquiere un valor.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

DÍAS DE FESTTA




“Historia del loco que se volvió cuerdo” 




  
Ayacucho no es una ciudad que produzca ni consuma mucho teatro. Los grupos independientes que subsisten rara vez logran llenos totales. El público no está acostumbrado a pagar por un espectáculo teatral. En esas circunstancias no tienen más alterativa que buscar financiamiento externo para abaratar los costos que demanda el montaje y que se reduzca el costo de las entradas o declararlas libres. Los que no logran financiamiento terminan por resignarse a armar obras eventualmente solo para encuentros anuales como los organizados por el MOTÍN (Movimiento Teatral Independiente).

Dentro de esa escena, el único festival de teatro que resiste las mezquindades del tiempo es el Festival Escolar de Teatro Túpac Amaru (FESTTA) que este año ya va en su edición XXIII y que tiene como representantes de la Interregión 5 (que incluye Ica, Ayacucho, Huancavelica y Apurímac) a las instituciones educativas Nuestra Señora de Fátima (sede de la etapa interregional 2015) y José María Arguedas (ganador de la etapa interregional 2015). 

Los ensayos
Fuente: Yan Carlos Gavilán 

El FESTTA 2015 dejó en evidencia la evolución que ha experimentado este evento, sobre todo en la formación de los actores (quienes han alcanzado niveles casi profesionales y que conocen a cabalidad los principios del teatro) y el uso de los otros elementos de la teatralidad. Pero también ha dejado a flote algunas limitaciones, que no solo involucran al teatro escolar sino también a los grupos independientes de la región, como la debilidades en cuanto a la construcción de una historia, lo que en términos teatrales vendría a llamarse la dramaturgia del texto o texto dramático. Sucede que las obras son aceptables en cuanto a las dramaturgias del actor, director, escenógrafo, música, vestuario, etc. pero se quiebran en el texto porque la historia no termina de cuajar y lo que te queda son retratos dispersos en forma de acción que no llegan a ser contundentes. En síntesis, no hay una buena historia, y si la hay esta no se presenta inteligible. 

Historia del loco que se volvió cuerdo

Uno de los aciertos de la institución José María Arguedas fue recurrir a la obra teatral del poeta y dramaturgo puertorriqueño Víctor Abniel Morales: “Historia del loco que se volvió cuerdo” en la que se reflexiona acerca de la superficialidad en la que todos estamos inmersos, la misma que se ve reflejada en muchas de nuestras prácticas sociales. Así, en esta puesta escénica la locura se muestra como un medio de sensatez que critica de manera mordaz las incoherencias del hombre.


«Historia del loco que se volvió cuerdo»

FICHA TÉCNICA
Dramaturgia:         Víctor Abniel Morales
Dirección:              Yan Carlos Gavilán Sierra
Asistente técnico: Lidia Gálvez Chavelón y Evy Coello Huamán.
Elenco:
Alfredo Velarde García (El loco), Ana Pérez Taype (María), Enrique Cárdenas Gálvez (Fernando), Ghino Juárez Angulo (Jorge) y Dayana Robles Mitma (Mujer con dos niños).

 

La voz de director, Yan Carlos Gavilán Sierra
¿Qué cualidades tiene tu obra?
Uno de los miembros del Jurado Calificador nos dijo: “es una obra muy atrevida puesto que muestra las debilidades humanas”. De ahí, puedo decir, que la obra tiene la cualidad de despertar a los “sensatos” en la locura; siendo esta la única forma de pensar y decir las cosas por su propio nombre. En suma, esta obra critica nuestras prácticas sociales corroídas  y, a la vez, nos permite reflexionar y asumir con responsabilidad y sinceridad nuestra labor artística.

¿Cómo ves el teatro escolar?
No he trajinado lo suficiente en este campo como para hablar del tema. El teatro es algo que vi de reojo desde la Universidad pero no niego que me gustaba. En mi labor como docente entendí que hacer teatro, en un ambiente escolar, ayuda mucho. Es así, que los estudiantes con quienes practicábamos el teatro, gradualmente, perdían el pánico escénico, luego, empezaron a expresarse con más soltura en cualquier espacio. Este hecho me hizo reflexionar y repensar el teatro y, ahora, lo utilizo como una herramienta pedagógica en las aulas. 
En el colegio donde laboro como docente de Lengua y Literatura, junto a mis colegas Lidia Gálvez y Yamil Coello, no practicamos el teatro para concursar sino para incrementar la creatividad, expresión oral, y otras capacidades, en nuestros estudiantes, es decir, los preparamos para la vida. Sin embargo, decidimos participar en el XXII Festival Escolar de Teatro “Túpac Amaru” a exigencia de nuestros estudiantes y de la IEPr. “José María Arguedas”. Era una especie de deuda con el colegio, debido a que apoyó nuestra iniciativa de enseñar el teatro en Primaria y Secundaria.

¿Cuáles son las limitaciones?
Quienes participamos en el FESTTA somos profesores de Lengua y Literatura o de Educación artística. Y hemos aprendido el teatro viendo y practicando. En Ayacucho somos autodidactas. Por ahí, tal vez, las limitaciones técnicas que tenemos como enfatizó el Jurado Calificador.  Con esto no me justifico de lo poco que sé del teatro, sino hacer notar que de contar con una escuela de dramaturgia en la UNSCH u otras instituciones, el  teatro  en Ayacucho no sería una tímida práctica autodidacta sino, también, teórica, lo que permitiría una avance sustancial en este arte y otras. Finalmente, destaco la labor del profesor Walter Bustamante, quien se ha puesto el alma para mantener vivo el teatro escolar en Ayacucho, junto a sus actrices que son muy disciplinadas. Y otros estamos en camino.