martes, 16 de febrero de 2021

Carnaval ayacuchano: entre la tradición y modernidad

 Entrevista con Vladimir Pizarro

 

Una mirada crítica y nostálgica del tradicional paseo de comparsas

El Carnaval ayacuchano cobija en sus entrañas diversas manifestaciones que han ido modificándose o ratificándose en su realización. Tenemos el tradicional paseo de las comparsas por toda la ciudad y los concursos del carnaval rural reservado para algunos escenarios citadinos. La lectura del testamento del Ño es un espacio para la sátira mordaz que, en quechua y castellano, se lanza contra los autoridades, funcionarios y figuras públicas. Se trata de una rendición de cuentas en clave de humor picante. Los cortamontes, o yunzas, aún se resisten a sucumbir, y se han visto obligadas a instalarse en la periferia debido a las restricciones ecológicas y a las ordenanzas municipales. En el campo es, quizá, donde la tradición aún es vigorosa. Las coloridas comparsas rurales siguen manteniendo ese contacto directo con las personas sin palcos o calles principales que les restrinjan el paso. Las demostraciones de virilidad y de fuerza física laten enérgicamente en el pulseo donde varones y mujeres pugnan por derribar al oponente asido del chumpi (o cinturón de lana). En el huaracakunakuy y seqollonakuy los hombres lanzan furibundos golpes de látigo –a veces cargados con frutos verdes–  contra la pantorrilla de rival: se trata de quebrar su resistencia, de enrostrar al contrario nuestro aguante al dolor.

Todo esto y mucho más encierra el carnaval en Ayacucho. Pero hablar del él sería largo y no bastarían estas páginas. Lo que nos importa en este momento es dialogar sobre el primer punto. La incursión de comparsas relativamente jóvenes que recurren a una especie de transvestismo para provocar las sonrisas del público, o el cambio de los mandiles sobrios por unos más insinuantes que muestren más allá de lo conservador ha generado que se repiensen los linderos que dividen la tradición de la modernidad. Vladimir Pizarro es un joven cultor de la música popular tradicional. Ser director de la Asociación Cultural Achka  y del Proyecto Musical Parumaru le da la autoridad para hablar sobre este tema un tanto espinoso.



1.      Tú eres una de las voces que se opone al carnaval tal como se expresa actualmente en nuestra ciudad, ¿cuál es tu objeción con ella?

Más que objeción, yo le llamaría nostalgia. Digo nostalgia porque las personas de mi generación todavía pudieron vivenciar los carnavales en su verdadera expresión (popular y libre de prejuicios). Actualmente se ha dejado de lado la expresión cultural para darle empoderamiento a una cuestión más comercial y de “exportación”, descuidando de esa manera el verdadero fin de lo que exige la preservación de la cultura tradicional.

El poco respeto por el público tiene el sello de modernidad en estas celebraciones. Te invito a comparar una canción de carnaval de 20 años atrás con una moderna y te aseguro que hallarás mucha diferencia. El carnaval ayacuchano es poético e irónico, es protestante y jocoso; ¿desde cuándo es grosero y ofensivo, descuidado y libertino?

 

2.      Acabas de decir que en el carnaval tradicional las comparsas se expresaban “libre de prejuicios”, ¿no es un prejuicio oponerse a las variaciones actuales? ¿Por qué no considerar que estos cambios son naturales y parte de la evolución o actualización de la tradición?

Quizá me llamen anticuado por mi forma de pensar, pero ¿cómo puede una costumbre evolucionar? A mi modo de ver, los aspectos culturales no pueden hacerlo. Yo creo que una expresión cultural se aliena, de desnaturaliza, se tergiversa o simplemente adopta aspectos culturales de otras costumbres y va variando a través del tiempo, pero eso no es evolución. ¿O sí? No me opongo al cambio, mientras este no desnaturalice la verdadera esencia de las costumbres de los pueblos. Más allá de todo creo que un carnaval seguirá siendo carnaval mientras las generaciones lo recuerden y practiquen como tal. No me imagino una evolución tipo mono-hombre en ese sentido. Te pregunto –solo por curiosidad–, ¿a qué evolucionaría la costumbre del carnaval? El pumpín sigue siendo pumpín desde que tengo memoria, no creo que haya evolucionado a un carnaval huancapino (de la ciudad), aunque muchos lo difundan como si fueran lo mismo.

3.      Entonces, ¿cuál es esa esencia que consideras que se ha desnaturalizado?

Para mí, la vivencia de la gente, el gozo y la expresión de ese sentir, sin ningún tipo de prejuicios o impedimentos. Por su puesto todo dentro de las normativas de tradicionalidad y reforzamiento de nuestra cultura a partir de la difusión de nuestras costumbres, lo más cercana a su aspecto original.

4.      Ahora vemos a varias comparsas darle un giro distinto a la forma tradicional de celebrar los carnavales. Vemos cambios que puedan chocar con la mirada de un sector más conservador. ¿Estas no formarían parte de lo tradicional?

Preferiría no opinar al respecto, pues los carnavales de hoy en día aceptan de todo. Lo que sí podría decir es que mientras mantengan las características de carnaval huamanguino o ayacuchano y mientras no falten el respeto a nadie, está bien.

5.      ¿No crees que también ellos tienes derecho a formar parte del carnaval y gozar de ella?

Todos tenemos derecho a hacerlo. Pero no todos tenemos derecho a exigir que se nos considere representantes del carnaval ayacuchano si no cumplimos con las características que éste exige.

6.      Entonces volvemos al meollo del asunto: ¿qué es lo característico del carnaval ayacuchano o huamaguino? ¿cuál es esa esencia de la que hablas?

Primero debemos entender que el carnaval huamanguino es una parte del carnaval ayacuchano. Ahora, si deseamos conocer o centrarnos en el carnaval huamanguino (urbano) debemos saber que éste tiene sus propias características y una de ellas es la vivencialidad, es decir la forma de expresar esa algarabía sin ninguna presión de por medio, sin apuro, sin afán de gustarle a todo el mundo.

Otra característica es la tradicionalidad, es decir, la forma de vestirse, ya que, por ello en los tiempos de antaño, se podían reconocer a las comparsas paseantes: Uray Parroquia, Qanay Parroquia, las comparsas de las panaderas, la de las carniceras, etc.

Por otra parte, debemos entender que las melodías y canciones del carnaval huamanguino poseen también sus propias características y al igual que el huayno ayacuchano, estas, poseen una carga lírica y emocional muy fuerte. Son poéticas en su mayoría, protestantes, pícaras, románticas y son claramente distinguibles por su mezcla característica del español con el kechwa, esta parte les da un gusto especial a esas melodías.  

7.      Tu discrepancia también está centrada en la comercialización o negociación del carnaval. Explícanos eso.

Desde que tengo uso de razón siempre he disfrutado de los carnavales y también los he vivenciado (como músico). En los “años maravillosos” no se pagaba para bailar en una comparsa. No era más importante el dinero que la unión familiar o vecinal. No era más importante lucir trajes de diseñador o abarcar 10 cuadras con 500 participantes. ¡Caramba! En los buenos tiempos la máxima aspiración era disfrutar de los carnavales y hacer disfrutar de los mismos a los vecinos, amigos, familiares y la gente que se aparecía en el trayecto. No me opongo a la magnificencia, pues, de alguna manera, vuelcan la mirada del mundo a la espectacularidad de estas celebraciones, pero, desde mi perspectiva, hemos dejado de lado lo vivencial por lo espectacular y hemos cambiado lo tradicional por lo exportable.

8.      Ya casi se han extinguido las comparsas familiares

Exacto. Una comparsa debería estar conformada por abuelos, padres e hijos, sin distinción alguna. ¿Hoy se puede apreciar ello? Lamentablemente lo que se vende es una cara bonita, un traje bonito, una música bonita, etc. Aunque todo ello esté alejándose poco a poco de lo que realmente deberían representar nuestras costumbres. Prácticamente estamos vendiendo espectáculo antes que tradición. Desde mi mirada, la tratativa de concurso ha presionado para que se vaya tergiversando la costumbre año tras año hasta tratar de convertirla en algo que ya no quiere ser lo que debería ser. Podría decir que uno va al parque a ver concurso de danzas antes que concurso de costumbres de carnaval. No quiero ofender a nadie con mi opinión.

9.      ¿No crees que el Carnaval puede ser un vehículo para movilizar la economía con la visita de los turistas?

No hay duda de ello, aunque no tendríamos por qué abusar con eso. Podríamos hacer un examen de conciencia. Podríamos, primero no exagerar en el precio de los pasajes, la comida, la bebida, el hospedaje y sobre todo, el acceso de las personas a estas fiestas que son patrimonio de todos. Por ejemplo, ¿por qué tendríamos que cerrar el parque para cobrar por ver los carnavales? ¿Acaso de esa manera se contribuye a la difusión responsable de esta costumbre?

Por otra parte, ¿qué es lo que los “turistas” quieren ver? ¿Y qué les mostramos? Los ayacuchanos renegamos de nuestras costumbres y no la valoramos como tal. Otras personas –desde mi óptica– vienen a ver la vivencia original de esas costumbres. Quizá por ello las comparsas rurales tengan más acogida que las mismas comparsas urbanas.

10.  Ahora que lo mencionas, hemos hablado del carnaval huamanguino, pero lo huamanguino no se centra solo a lo urbano. ¿Dónde queda dentro de todo esto el carnaval rural?

Desde mi punto de vista, el carnaval rural juega un papel muy importante dentro del atractivo turístico de estas fiestas en nuestra ciudad. Podría atreverme a decir que gracias a ellas, Ayacucho está considerado como destino turístico dentro de estas celebraciones. El aporte de estas costumbres rurales es innegable, aunque en estos tiempos esté cayendo también en la vorágine de la espectacularidad y esté dejando de lado su verdadera esencia cultural.

11.  ¿Qué propondrías para que el carnaval no se pervierta?

El respeto es quizá la principal arma para llevar la fiesta en paz. Respetar nuestras costumbres y sus tradiciones, respetar al público y a todas las personas que aprecian nuestras manifestaciones culturales y respetar a los que difunden nuestras costumbres de manera responsable.

No estoy a favor de las muestras de libertinaje, más allá de lo que el termino carnaval signifique, debemos entender que cada pueblo, ciudad, país o continente tiene su forma de adoptar una costumbre extranjera, sin romper sus principios ético morales.

 




 

Vladimir Pizarro Gonzáles

Docente de la especialidad de Español y Literatura por la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Desde el 2007 dirige la Agrupación Cultural Achka. Con esta organización participó en el Pukllay de Andahuaylas (2010); fue ganador en el Pukllay de Uripa (2014); obtuvo el primer lugar en los concursos de danzas La Vara de Oro, de la Asociación Cultural Huayra Perú (2012 y 2013) y Qori Wayna, del Centro Folclórico Wayna Tupay (2013). Con Proyecto Musical Parumaru, del cual también es director, ha producido dos materiales discográficos: Kawsayninchik (2017) y Suyana (2019). Tiene publicado el libro de cuentos Diario póstumo (Cernícalo, 2009).

No hay comentarios: