Entrevista al poeta italiano Carlo Bordini (*)
“Si
queremos ir más a fondo, si queremos que la verdad se vuelva una hiperverdad,
es necesaria la herejía en la poesía social. Los lugares comunes siempre tienen
algo de falso”.
Por Elmer Arana y
Javier Arnao
Diez
y quince: nos acercamos a una mesa donde un hombre sorbe un mate
solitariamente. Él nos ve y nosotros los vemos. Sonríe. Le tendemos la mano e
incrédulamente preguntamos: ¿Carlo Bordini? Es él. Con el rostro despoblado y
sin la gorra de visera a lo Neruda, es casi otro; a no ser por su mirada
imperturbable y ese hablar sereno hasta para decir sus tragedias personales.
Tiene
la capacidad de descubrir otras realidades que para los ojos acostumbrados a la
rutina, pasan desapercibidas; de suponer el arte, no solo como oficio, sino
como un medio para llegar a la gran verdad, la hiperverdad, de la que a veces no se es consciente. Un hombre que
es capaz de llegar a humanidad de Trostky más allá de toda ideología. Un poeta,
cuya poesía intenta desnudar la palabra y devolverle su esencia primigenia;
aquella que las vanguardias han quebrado y que la retórica ha hecho tan
evidente que terminó volviéndola invisible.
De
esa larga y productiva conversación que tuvimos con él, extraemos su mirada
sobre los riesgos de la poesía social, la desilusión en la revolución
trotskista; también su esperanza en la poesía y en la hiperverdad que esta
crea.
Carlos Bordini. ©Javier Arnao |
“En la poesía social o civil, existe el riesgo de repetir muchos lugares comunes y hacer propaganda”.
JA:
Cómo sientes que ha cambiado tu poesía desde tu primer libro “Extraña
categoría” hasta la actualidad. No solamente en cuanto a los registros
poéticos, sino también tu trabajo cotidiano como poeta. ¿Sientes que ahora
tienes un mayor dominio?
Sí, tengo más
dominio en el sentido de que, en el pasado, tenía que desechar muchos poemas.
Ahora tengo un nivel medio, más maduro.
Yo he vivido en
cierto sentido dos vidas. En la primera vida, también escribía; pero dejé de hacerlo
por nueve años. Tuve una militancia política con un grupo trotskista, con la
idea [pasada] de que era más importante ser un buen
revolucionario que un buen escritor. Cuando dejé la actividad política y
comencé a escribir con normalidad, como algo natural, [me percaté que] tenía muchas incrustaciones ideológicas.
Han tenido que pasar muchos años para liberarme de ellas. “Extraña categoría”,
en parte, es un libro que ya no funciona más. Eso fue lo más importante. Es
decir, en la poesía social o civil, existe el riesgo de repetir muchos lugares
comunes y hacer propaganda...
JA:
Una poesía panfletaria…
Sí, y al comienzo
yo tenía esa tendencia, porque estaba condicionado. Es decir, había una parte
de mi naturaleza que quería [ser]
otro, pero el condicionamiento era acusado [no permitido]. Así que durante un periodo he tenido que
liberarme de eso.
JA:
¿Y cómo sientes que lo has logrado? ¿Mediante qué mecanismos?
Bueno, durante un periodo, escribía poemas
cortos para eliminar la retórica, lo demasiado dicho, quitar todo lo que no era
esencial. Esa fue una necesidad que yo seguí instintivamente. Es como si uno se
limpiara de todos los elementos superfluos, innecesarios. Así que por un
periodo hice un pequeño libro titulado “Poesías livianas”, que era una manera
irónica de dejar la poesía pesada. Después, he encontrado un equilibrio en el
que no había la necesidad de cortar algo.
EA:
Pero tú empezaste haciendo poesía social. ¿Ahora crees todavía en la poesía
social?
JA:
¿O quizá crees que, en el fondo, toda poesía es social, pero no necesariamente
comprometida?
En cierto sentido
sí. Es decir, es verdad que yo escribo todavía poesía donde hago una
descripción del mundo desde el punto de vista social (algunos de esos poemas
que van salir ahora en este libro [“Polvo”] junto con otros, completamente distintos, como poemas de amor o de
introspección psicológica. Pero, en general, con la poesía social hay que ser
siempre herético porque si tú no eres herético escribes cosas inútiles; no
agregas nada a lo que ya se sabe, a lo que ya se dice, a la propaganda que se
hace, aunque sea realmente justa. Pero si queremos ir más a fondo, si queremos
que la verdad se vuelva una hiperverdad, es necesaria la herejía en la poesía
social. Los lugares comunes siempre tienen algo de falso. Nosotros lo sabemos
también. Hemos vivido experiencias políticas actuales o las vivimos todavía
hoy. Lo falso aún es parte integrante del “progreso humano”.
Carlo Bordino entrevistado por
Javier Arnao.
© Elmer Arana
|
“Mi militancia política [trotskista] era una manera de escapar de la realidad y vivir un sueño [porque] no me daba la posibilidad de mezclarme con los problemas reales”.
EA:
Decías que fuiste militaste trotskista, ¿qué te desilusionó para que dejaras de
serlo?
Yo quería vivir.
Solo eso. Yo quería vivir. En determinado momento de mi vida, comprendí que yo
estaba totalmente aislado de la vida real y quise entrar en la vida real. He
nacido dos veces. Cuando yo he dejado la política, nací la segunda vez. Estoy
completamente convencido de eso. Tengo un “Poema a Trotski”, cuya escritura me
permitió comprender que mi militancia política era una manera de escaparme de
la realidad. (No estoy diciendo que la militancia política sea siempre una
manera de escaparse la realidad). Pero mi militancia política (es decir,
adherirme a un movimiento ya derrotado como el movimiento trotskista,
movimiento de una gran dureza, de una extrema radicalidad, pero ya derrotado
totalmente) no me daba la posibilidad de mezclarme realmente con la realidad,
con los problemas reales; de hacer algo concreto; ni siquiera soñar una
hipotética revolución liberadora de toda la humanidad y trabajar por ella. Esa
era una manera de escaparse y vivir un sueño. En un momento determinado
comprendí que así me estaba matando. En esta novela [autobiográfica
sobre los años de militancia] que voy a
publicar el año próximo cuento y analizo todo eso.
EA:
¿Y de qué vivías? ¿Tenías algún oficio?
Yo de profesión soy
investigador en historia. Cuando dejé la política, tenía que coger la vida por
la cola, porque se me estaba escapando. Entonces, terminé mis estudios y elegí
la historia por dos razones. Uno, porque la literatura no me interesaba. Es
decir, el medio literario no me interesaba; la academia literaria no me
interesaba. Y, segundo, porque para alguien que ha hecho política por varios años,
la historia es muy fácil. Ya sabe muchas cosas, puede interpretar según lo que
ha leído, lo que ha analizado, así que era más fácil. Entonces, para mí, fue
una mediación con lo que yo quería realmente, que era, no la historia, sino
escribir. Además, la historia me ha enseñado mucho. He aprendido mucho de ella.
JA.
¿Podrías decir que parte de esa formación ha contribuido en tu creación
literaria?
Sí, definitivamente.
JA:
¿En qué sentido, o no eres consciente de eso?
Yo pienso que haber
militado en un grupo político ha contribuido a mi formación en el sentido de
que yo he pasado un gran periodo meditando sobre los destinos humanos. Así que
yo, por ejemplo, me reconozco mucho en ciertos grandes poetas, como Eielson,
como Eliot, Ezra Pound, que se preocuparon por el problema del destino del
mundo, porque ese tipo de experiencia que yo no tenía, siendo una experiencia
que no tenía ya ninguna posibilidad concreta, solo era una reflexión continua y
una consideración total de los destinos humanos. Cuando yo empecé a trabajar en
la universidad, ya estaba formado desde ese punto de vista. No agregó mucho. En
cierto sentido, yo hice en historia lo que hice en política. Es decir, fui
atraído por la historia social y eso me hizo comprender muchas cosas, pero ya
tenía una formación.
“El fracaso del socialismo ha sido la gran tragedia de esta época; pero la experiencia socialista ha sido igualmente negativa y esa es la gran tragedia”.
EA:
Ya no eres militante trotskista, pero a nivel personal, a nivel ideológico,
¿todavía crees en algo? ¿Todavía tienes una remota esperanza en lo que creías
cuando eras militante?
No. Yo creo que el
fracaso del socialismo ha sido la gran tragedia de esta época, porque el mundo
que nosotros vemos es terriblemente injusto, terriblemente violento y
totalmente autodestructivo. Efectivamente, proponía una solución racional que
eliminara los egoísmos. El capitalismo efectivamente está destruyendo el mundo.
Lamentablemente, pero la experiencia socialista ha sido igualmente negativa y
esa es la gran tragedia, porque hoy, ¿qué puede decir uno? Es una mierda, ¿qué
hacemos? Hacemos el socialismo ¿y después qué? Nos encontramos con el
estalinismo que ha sido peor que el nazismo, sea en el número de muertos, en el
daño social; desgracias de todo tipo. Esa es la gran tragedia de nuestra época.
Tengo tan poca esperanza que, siendo ateo, siento que solo una religión podría
salvar la humanidad. Una religión que engañara a la gente y la condujera a ser
más buena (risas). No porque tenga confianza, no porque creo. ¿Es una paradoja,
no?
“Comienzo a sospechar que hay en la humanidad un defecto de fabricación” .
JA:
¿Y a qué crees que se debió el fracaso del socialismo?
El análisis
trotskista hablaba del aislamiento y el atraso de la Rusia, que fue
determinante. Pero, siguiendo la historia, yo he logrado la siguiente
conclusión: todas las revoluciones tiene su bonapartismo, todas. Es decir, a
partir de que miran simplemente como un tránsito a un nuevo tipo de opresión.
“Liberté, egalité, fraternité” [libertad, igualdad, fraternidad] era para Napoleón el Imperio. La Revolución
inglesa, fue el mismo proceso. Empezó como revolución libertaria y creó las
bases para el imperialismo inglés y el colonialismo. Y la gran revolución
cristiana hizo el mismo proceso. La iglesia que se construyó sobre esta gran
figura de Cristo, ese intento de emancipación, es una nueva forma de
autoritarismo. Es decir, el poder se reproduce en cualquier circunstancia.
Cualquiera que trate de ser bueno, se encuentra con un problema que nace al
interior de eso. Los mejores revolucionarios de todo el mundo fueron asesinados
por las revoluciones. La Revolución francesa mató a los mejores
revolucionarios. La Revolución rusa mató a los mejores revolucionarios. La
Revolución Inglesa eliminó todas las formas más interesantes de creación de un
nuevo orden que no fuera burgués, imperialista y colonialista. Comienzo a sospechar
que hay en la humanidad un defecto de fabricación. La única explicación que he
logrado encontrar es que la “hybris” (de la cual habla Aristóteles en su interpretación
de la tragedia griega) el intento de tener más, la soberbia, el exceso, la
manía de grandeza nos han conducido a la tragedia.
“La poesía puede ser una forma de resistencia. Claro que no va a cambiar el mundo, ni va a impedir nada, pero puede ser en cierto sentido la sal de una resistencia”.
EA:
En las circunstancias históricas actuales, esta vida acelerada, efímera y hasta
banal ¿qué lugar ocupa la poesía?
La poesía puede
ser una forma de resistencia. Claro que no va a cambiar el mundo, ni va a
impedir nada, pero puede ser en cierto sentido la sal de una resistencia, si es
que esta resistencia logra existir. En ese libro [“Polvo”] que va a salir, hay un pedazo sobre la
poesía. Es decir, aparentemente, la poesía no sirve para nada, pero la poesía,
como todas las formas de arte, es la que crea una autorepresentación de la
humanidad. Todas las formas mayores o menores de arte juntan las sociedades
entre sí. Aparentemente, no sirven para nada, pero puedo decir que es como esa
sal de la que te hablé. Y esa hiperverdad que los artistas crean surge
nuevamente y adquiere un valor.
(*) Carlo Bordini (Roma, 1938). Es poeta,
narrador y ensayista. Ha sido profesor de Historia Moderna en la Universidad
de La Sapienza, Roma. Ha publicado diez libros de poemas, desde Extraña Categoría (1975) hasta Los
constructores de volcanes, poesía reunida 1975-2010 (2010).
También ha publicado los libros de prosa: Manual de autodestrucción (1998, reimpreso en el 2004)
y No es un juego: apuntes de viaje sobre la poesía en América Latina (2009).
Carlos Bordini y Elmer Arana
©Javier
Arnao |
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