Una palabra duerme
sobre mi cama.
Una palabra. Sí,
una palabra.
Tal vez sea
un remolino estancado
o el sol que huye de los collados
Una palabra
pasea por mi brazo,
se desliza por mi pie,
sin encontrar en los campos
la semilla.
Una palabra
busca el brillo de mis ojos.
En ellos no habita nadie;
ni las moscas azules,
ni los aires otoñales.
En ellos hay
una covacha
una hoja blanca.
Allí vivo
exiliado de mis sentidos,
tejiendo los hilos del firmamento.
¿Quién soy yo?
sino esa palabra perdida
que no sintoniza en la vida.