La escritora huanuqueña Gloria Dávila Espinoza estuvo en Ayacucho en el mes de octubre de 2012 presentando su libro cuentos «La casa del demonio» inspirado en los pasajes más difíciles de la vida de José María Arguedas.
«Hay escritores que a uno lo hacen gozar, pero con Arguedas uno cambia, cambia para siempre» ha dicho con justicia, César Hildebrandt quien considera a José María Arguedas como el mayor escritor de todos los tiempos, por encima de Mario Vargas Llosa a quien le reserva el título de ser el mayor escritor vivo del país. Ha manifestado, además (Hildebrandt), que su mirada del Perú era distinta antes de leer a Arguedas: «Arguedas se mató un día de 1967 con un tiro en la sien, y siempre dijimos por qué y nunca pudimos responder. Y eso es uno de los grandes dramas del Perú».
Arguedas encontró un Perú de todas las sangres, pero todas las sangres encontradas (como afirma el periodista y amigo personal de Arguedas Francisco Igartua), un país sin posibilidad de conjunción. El saberse parte de nada; no ser ni indio, ni blanco, saberse incapaz de cambiar esa realidad, precipitaron su muerte. Con Arguedas muere no solo el escritor, muere un país; una posibilidad de coexistencia en una nación diversa y dispersa.
Lo que digo no es todo, hasta ahora no se conoce exactamente qué motivó a Arguedas a quitarse la vida. Muchos sostienen que los traumas de su infancia determinaron su propensión a la depresión y la muerte. O quizá fueron otros «demonios» que lo impulsaron a tomar tal determinación.
Se ha escrito mucho sobre la vida de Arguedas. Lo han hecho sus biógrafos, los psicoanalistas… Gloria Dávila Espinoza, también; pero desde una mirada literaria. Ella nos ofrece una visión de lo que fue el trajinar de vida de Arguedas, sobre todo de su infancia. Lo hace a través del libro de cuentos «La casa del demonio» («Sajra Wayín» subtítulo quechua) desde una visión multidimensional porque los cuentos abordan la vida de Arguedas no solo literaria ni biográficamente, sino también sustentándose en la mitología y cosmovisión andinas.
LA MADRASTRA… LA DEMONIA
Es raro el comportamiento de esta mujer, porque cuando mi padre estaba en casa y nosotros le pedíamos que nos diera el mejor de los manjares, esta de inmediato los preparaba. Pero en cuanto mi padre se iba (a la chacra o la estancia) aquella se transformaba en lo que realmente era: una verdadera Achkay (p. 24).
En el libro se narran sucesos que hallan su correlato en episodios de la vida de Arguedas. Por ejemplo se encuentran personajes como Grimalda y Pablo, que corresponderían a Grimanesa Arangoitia (madrastra de José María) y Pablo Pacheco (hijo de está) respectivamente; asimismo Gabriel, alter ego del Arguedas niño. Cito algunos ejemplos.
En el cuento La verdadera Achkay se menciona:
Todo el tiempo que mi padre estuvo ausente sufrí mucho y comí poco. Solo en mis sueños era inmensamente feliz, si veía a mi madre, mucho más. Pero no era cierto, porque mi madre estaba lejos, muy lejos (p. 25).
Los cotidianos ires y venires de mi padre, me están ahogando. Ninguna amenaza podría ser mayor que estar al cuidado de la Achkay (p. 26).
Obviamente ese personaje corresponde a Grimanesa Arangoitia, de quien Arguedas tenía el peor de los recuerdos. En el Primer Encuentro de Narradores Peruanos, certamen celebrado en Arequipa, el año 1965, hace varias confesiones como esta:
(…) yo era el menor y como era muy pequeño me dejó [su padre] en la casa de mi madrastra, que era dueña de la mitad de un pueblo; tenía mucha servidumbre indígena y el tradicional menosprecio e ignorancia de lo que era un indio, y como a mí me tenía tanto desprecio y tanto rencor como a los indios, decidió que yo debía vivir con ellos en la cocina, comer y dormir allí. (…) Así viví muchos años. Cuando mi padre venía a la capital del distrito, entonces era subido al comedor, se me limpiaba un poco la ropa, pasaba el domingo, mi padre volvía a la capital de la provincia y yo a la batea, a los piojos de los indios.
UN VIEJO PROBLEMA
El libro trata también el tema de la opresión de los hacendados hacia los campesinos, temática del indigenismo que ha sido tratada por muchos escritores. Este tópico, que en palabras de Manuel González Prada, correspondería a uno de los elementos de la clásica Trinidad Embrutecedora del Indio (cura, juez y hacendado), a despecho de algunos críticos, no se encuentra gastado, porque el indigenismo, el problema del indio en la literatura, en palabras de Mariátegui, no es un asunto de moda literaria. Este problema seguirá abordándose en la medida que el problema persista.
Al igual que los exponentes del neoindigenismo (caso de Manuel Scorza), ante las injusticias sin solución se propone la disolución del mundo real para dar paso al mundo mítico donde el ajusticiamiento y las esperanzas de reivindicación corren por cuenta de los Jirkas.
Por ejemplo, cuando Pablo (potentado y hacendado) azota a Anatasio Rumisoncco acusándolo de abigeato, la esposa del inculpado (Ernestina Omonte) espera que las divinidades andinas sancionen y castiguen al opresor:
Deja de pegarlo, él no ha robado. Su sangre caerá en la tierra y la mama pacha te cobrará caro (…) Si no me oyes hasta el jirka con sus dientes te comerá. Ahora mismo iré a contárselo todo, con su viento te llevará hasta acabarte en el río Huashpay, ni el zorro te hallará (pp. 56-57).
La sublevación no es manifestada como acto heroico de un pueblo sino como una acción individual de quien (en este caso Anastacio Rumisoncco) instigado por los pobladores ven en él al que debe encarnar el acto reivindicativo. Resulta curioso observar cómo un solo hombre puede oprimir a todo un pueblo y como uno solo puede liberarlo.
LA REALIDAD Y EL MITO
La animización o humanización de elementos de la naturaleza (el viento, el río, el abismo) no son gratuitas. Esto no obedece a una visión fantástica sino que se nutre de la visión andina que de por sí es mítica y en cuyo misticismo está impregnada la realidad. Scorza al respecto de sus obras, cuando era comparado con García Márquez manifestaba que si bien ambos nutren sus obras en el misticismo, García Márquez lo hacía sobre la base de la realidad, mientras que él hurgaba la realidad a través del mito. En otras palabras que sus obras no eran mágicas porque dentro del universo andino lo mágico es en sí la realidad.
Los mejores cuentos de Gloria Dávila son aquellos donde lo inesperado y lo mágico, sin dejar de ser verosímiles, anulan la lógica del lector, la descalabran; tal es el caso de Mishquiyacu y el violín abadonado, Torito de oro, La mandolina embrujada.
Mucho se podría decir del libro de Gloria Dávila. Quiero sinterizar lo dicho expresando que este libro, más allá de sus virtudes literarias, tiene un valor testimonial, porque nos conduce a comprender el peregrinaje de unos de los pensadores más importantes del Perú, quizá aún incomprendido, quizá solo aceptado en el papel, en la retórica, en el verbo. Porque, a más de cuatro décadas de su muerte, el Perú no ha cambiado totalmente, la discriminación y la violencia vividas por Arguedas solo se han puesto una careta de legalidad. Los zurriagos de Pablo Pacheco aún resuenan, camuflados en metrallas y bombas lacrimógenas, en los pueblos olvidados del ande; los indígenas con los cuales el niño José María se confundía, ahora pululan en las grandes ciudades, inundan los Super Mercados, toman el microbús, van a la escuela. Ya no son los «indios» a los que Grimanesa, mandaba a comer en una tina. Ya no son esos «indios» a quienes su madrastra trababa con desdén. El tono despectivo de «indio» se ha morigerado. Sin embargo bajo los eufemismos de «cholo», «campesino», «serrano» los parientes de Arguedas siguen siendo desterrados de una patria que alguna vez fue suya, siguen siendo excluidos por quienes olvidan que la identidad no te la asigna el color de la piel, ni el acento de tu voz; la identidad es sobre todo sentido de pertenencia a un lugar, a un espacio, y mal que les pese a algunos, a este país pertenecemos todos los hombres, todas las creencias, todos los colores, todas las sangres.
Por ello, el valor de «La casa del demonio» porque a través de él nos introducimos en la etapa más dura José María, quizá la etapa que años después lo empujarían a apretar el gatillo y a oscurecer un futuro que aún sigue siendo incierto.
http://