Una gran noticia me sorprendió la tarde del 3 de julio, cuando Ricardo Virhuez Villafane, director de la Revista Peruana de Literatura y editor de mi poemario Diario de los suburbios, me llamó para informarme que había obtenido el Segundo Premio, en la Categoría de Ensayo Pedagógico, en el XX Concurso Nacional de Educación “Horacio” 2011. “Revisa La República”, me dijo. Como yo soy un tipo escéptico fui comprar el diario. Era verdad. Ahí figuraba: SEGUNDO LUGAR (ENSAYO PEDAGÓGICO); SEUDÓNIMO: Ernesto; OBRA: Tras las huellas de Arguedas: aportes a la educación peruana. AUTOR: Elmer Arturo Arana Mesías; PROCEDENCIA: Ayacucho.
Decía que la noticia me sorprendió porque el ensayo aún estaba inconcluso. Quedaba por completar otro capítulo que el tiempo y el descuido no me permitieron completar. El ensayo que consta de 86 páginas busca sistematizar los más importantes aportes que José María Arguedas dio a la educación peruana. De Arguedas sabemos que fue escritor, antropólogo, etnólogo, folklorista, músico pero poco hemos reparado en su faceta de maestro de escuela. Allí propuso verdaderas revoluciones en la educación.
Arguedas ejerció la docencia en el colegio Mateo Pumacahua de Sicuani con cuyos alumnos recopiló las manifestaciones culturales de la zona y las publicó en un folleto. Ante la ineficacia del sistema educativo para alfabetizar a los niños indígenas quechuas propuso el “método cultural” que planteaba el aprendizaje de la lectura en el idioma quechua porque así, según sostenía, la lectura adquiriría valor al comunicarles la “intimidad de su alma” y no se limitaría a un mecanismo repetitivo de palabras españolas que, para los niños quechuas, nada trasmitía.
Criticó ácidamente el modelo de escuela tradicional que imponía una educación bancaria y memorística. Sostenía que el alumno no podía continuar con la pasividad que le inhibía el aprendizaje sino que este debería sumergirse en la investigación del entorno. Decía que los estudiantes que tenía a cargo, eran más alumnos fuera del colegio que dentro de ella.
Como se verá la veta educativa de Arguedas no ha sido totalmente explotada. Hay mucho por estudiar y retomar. Tanto que este minúsculo ensayo no pudo abarcar.
Volvamos al premio. La ceremonia fue muy protocolar: mucha pompa y poca intimidad. Me hubiera gustado departir algunos momentos con los maestros ganadores que vinieron de diferentes partes del Perú; sin embargo, no se dio. Acabó la ceremonia, luego un brindis, unas copas y los maestros se retiraron silenciosamente. Me sorprendió la presencia de la poeta huanuqueña Gloria Dávila quien llegó desde Tingo María. Me había dicho que iría y allí estuvo.
Ahora que ya las aguas se calmaron es hora de volver a lo real. Al trabajo, a la escuela, a los alumnos de la modesta I.E.P. “Haya de la Torre” (Vinchos, Ayacucho) donde laboro, quienes me enseñaron a entender más el mundo del que Arguedas hablaba en sus obras; con quienes aprendo a sentir, a vivir y a ver el mundo desde la lengua quechua en su conflicto permanente con el español que a empellones, muchas veces, me obstino en enseñarles.